El Palencia comenzó la
temporada con una contundente victoria en Ourense en un partido muy
completo en el que hizo gala de una notable efectividad, pasó como un
ciclón y dejó muy buenas sensaciones.
Comenzó el partido muy igualado, con alternancias en ataque y
equilibrio en el marcador, mínimas ventajas y un Palencia que aguantaba
los envites locales. Se puso por delante el Palencia varias veces, pero
con rentas mínimas hasta que en la recta final del primer cuarto cogió
distancia gracias a su acierto ofensivo con Bravo y Forcada asumiendo
protagonismo. El Ourense se fue diluyendo y el Palencia lo aprovechó
para alcanzar una renta de 11 puntos con los que cerró el primer cuarto.
Salió enrabietado el Ourense en el segundo pero su triple inicial no
intimidó a los palentinos, que respondieron con uno de Zamora para
mantener la hegemonía. Se entró en unos minutos de imprecisiones donde
la ansiedad de los locales era contrarrestada por la eficacia de los de
Lezkano. El juego era del Palencia, más compacto que un rival que solo
respondía en acciones aisladas, con Barbour como jugador determinante.
Al Palencia no le tembló el pulso y no bajó su ritmo ante las canastas
de un Ourense cuyo técnico pedía tiempo muerto a casi tres minutos del
descanso, con los de Lezkano mandando 32-45 (gracias a un 5-16, con dos
triples de Bravo y Garrido) que despejaba cualquier duda. Zamora y
Garrido eran los mejores anotadores palentinos.
McDermott y Tveidt añadieron dos nuevas canastas en el primer minuto de
la reanudación y un triple de Garrido puso 20 puntos de diferencia y
motivó un tiempo muerto gallego. No sirvió de nada porque el Palencia
seguía su implacable ejecución de un rival que se descomponía. Y otra
vez Garrido y Tveidt sumaban cinco puntos para desangrar a los locales
(que tiraban la toalla tras encajar un 0-12). El acierto de Garrido era
notable y una nueva canasta le erigía en el verdugo de un Ourense sin
respuesta. Cinco puntos seguidos de Barbour fueron la tímida réplica de
un Ourense que intentaba que el marcador no fuera tan humillante,
jugando un baloncesto atolondrado y vertiginoso que no hacía más que
acentuar sus errores. El Palencia, además, se movía en unos registros
estadísticos sobresalientes e invalidaba todo lo que hacía su rival, que
lograba bajar de los 20 puntos, hasta que un triple de Fornas ponía
otra vez la misma distancia. Barbour seguía haciendo su partido y el
estadounidense, individualista, resolvía casi todas las jugadas de
ataque de su equipo ante la apatía de sus compañeros.
El último cuarto resultó un trámite pero a pesar de ello, cuando apenas
había pasado un minuto y medio, el técnico del Ourense solicitó un
nuevo tiempo muerto. Nada cambió, salvo que el Palencia sólo jugaba
contra Barbour y el partido era un correcalles. El Palencia sostenía su
supremacía manteniendo su acierto y siendo tolerante con un Ourense que
maquilló sus estadísticas.
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