sábado, 16 de noviembre de 2013

Adiós a los complejos



El partido de anoche en el Marta Domínguez iba camino de ser fiel a la historia de siempre. Sí, esa en la que el Autocid Ford Burgos aplica el rodillo en defensa y sentencia con su calidad desde el perímetro. Vamos, lo de la temporada pasada, lo de la anterior, lo de 2011 o 2010... Era el sentir del equipo, de la afición, del banquillo, de la directiva, hasta de los guardias de seguridad que se aplicaron en separar a las aficiones palentina y burgalesa.
Sin embargo, algo cambió. En el guión de Andreu Casadevall –ese en el que nunca se ha contemplado la magia del pabellón palentino– todo se emborronó mediado el tercer cuarto. Lo nunca visto. El Quesos Cerrato se olvidaba de que el rival de enfrente era el Burgos para minimizar al contrario.
Tanto se aplicaron los de Lezcano que endosaron un parcial de 15-0, que dejó a Casadevall mirando al árbitro y a los burgaleses pensando en el próximo partido. Lo dicho, lo nunca visto.
El equipo palentino se cambió el traje de apatía de la primera mitad para dejar aparcados los balones al limbo de Forcada, los movimientos extraños de Rejón y la falta de presencia en la pintura de los locales. En esos dos primeros cuartos, el Autocid campó a sus anchas. Albert Sábat daba un 'clinic' de asistencias, mientras Taylor Coppenrath resucitaba después de un inicio de temporada discreto. Era la maldición del Lucentum. Dos viejos fantasmas que enmudecían al pabellón por momentos. Tuvo que aparecer la mejor versión de Urko Otegui –por fin– para solventar el desaguisado en el aro palentino, donde los visitantes cogían los rebotes con claridad (cuatro en apenas dos minutos).
El equipo de Lezcano iba perdiendo claridad en ataque, algo que se confirmaría en el segundo cuarto, donde los visitantes llegaron a tener quince puntos de ventaja (27-42, min. 18). ¿La historia de siempre? Por momentos sí, pero tras el descanso, el Quesos Cerrato cambió su cara. Lo que antes eran pases enrevesados a tierra de nadie se convertían en asistencias precisas. Urko lideró a los locales. El ala-pívot vasco se enfundó el disfraz de mejor jugador de la pasada campaña. Asistió, anotó –con ese tiro de cuatro metros infalible– y reboteó. El regreso de Urko, que cerró su mejor partido de esta campaña, se vio acompañado por la garra de Guillermo Rejón. Por suerte para los palentinos, el madrileño cambio el Lucentum por el Marta Domínguez, porque Rejón es uno de esos jugadores que no quieres en el equipo rival. Protesta, intimida. Ayer las tuvo tiesas con Sergio Olmos, al que sacó del partido, y eso en un equipo tan justo en la rotación, como lo fue ayer Burgos, se nota. También demostró sus galones con los colegiados, a los que les recordó que Palencia ya no es una cancha 'B' y que a partir de ahora las defensa sobre la falta del pasado del Autocid sí se pitan. Otro de los motivos para el cambio de guión en la libreta del técnico visitante.
Con todos esos mimbres, y con el Pabellón en estado ebullición y una defensa herculina que heló el electrónico burgalés en 50 puntos durante casi diez minutos, el Quesos Cerrato le dio la vuelta al partido. Del 42-50 al 55-50, y de ahí al éxtasis por un triunfo que acaba con los complejos palentinos con el vecino.
fuente: Norte de Castilla

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